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Revista LifePlay Nº 5 – Mayo 2016 – ISSN: 2340-5570
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Ya Gilles Deleuze, en los primeros capítulos de La imagen-
movimiento nos recordaba la posibilidad de concebir un paralelis-
mo entre los medios de traslación (como el automóvil o el tren) y
los medios de expresión (como la fotografía o el cine), donde la
cámara funcionaría como un "intercambiador" entre ambas series,
o "un equivalente generalizado de los movimientos de traslación"
(1984: 18). No es descabellado plantear, entonces, que esta relación
maquínica entrañe el riesgo de polizones iconológicos, o en térmi-
nos más deleuzianos, ciertas alianzas contra natura. Esta sería la
razón de se produzcan correspondencias tan incontestables entre
la puesta en escena de los inicios del cine y el diseño de los prime-
ros plataformas, hecho que, por cierto, fue sagazmente detectado
por Manuel Garín en su trabajo sobre el gag visual (2014). Una
continuidad mediológica, remitente al movimiento del tren, que
hace de puente visual entre el plano lateral del cine mudo y sus
funciones en los escenarios de videojuego. De ahí que el valor im-
personal, omnisciente y absoluto que reviste el travelling lateral en
el medio fílmico obedezca precisamente a su naturaleza maquinal
profunda, y esto sería así en tanto que toma su principio de la afi-
nidad
sobrehumana
con otras dos máquinas: el tren, por un lado, y
el videojuego, por el otro. Tecnologías que, en definitiva, predispo-
nen en sus orígenes el mismo trazado actuante del
scroll
lateral.
Se trata de un hecho: el tren ha sido para el cine algo más que una
recurrencia "alegórica". En el campo simbólico del cine, la morfo-
logía ferroviaria ha demostrado tal prototipicidad, tal competencia
de signo, que uno tiene la tentación de señalar esta relación como
una "gemelidad" originaria, un isomorfismo tan lucrativo que su
alcance excedía el rango de lo icónico y que, sobre todo en sus orí-
genes, llegó a servir a los fines del diálogo científico. El tren ha sido
el "continente del aparato cinematográfico" (2002) y siendo él
mismo una máquina de visión, también ha registrado y proyectado.
El estudioso de la imagen Jonathan Crary refiere la historia de
cómo el matemático inglés Peter Mark Roget (1992: 106), allá por
el año 1825, observó que cuando las ruedas del tren pasaban detrás
de los listones de una valla se producían efectos visuales insólitos:
daba la impresión de que los radios de las ruedas quedaban inmó-
viles o retrocedían. La visión, intervenida por la valla y sus interva-
los, generaban, según él, imágenes
postretinianas
que estimulaban
ilusiones ópticas. La observación de estos efectos a la luz de la nue-
va velocidad conquistada por el ferrocarril, sentaría la base de los
juguetes "estroboscópicos" y zootrópicos posteriores. Años más
tarde, el historiador y periodista Terry Ramsaye relataba, en su
conocido ensayo
A Million and One Nights
, de qué forma el mago y