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Revista LifePlay Nº 5 – Mayo 2016 – ISSN: 2340-5570
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tica de los números que la notación algebraica de las magnitudes
tomadas en abstracto. Y, sin embargo, como Dios le ha otorgado
al género humano estas dos ciencias, parece que hubiera querido
advertirnos especialmente de que en nuestro entendimiento se
escondía un secreto mucho más importante del cual esas ciencias
sólo serían sombras. (Leibniz, 2011f: 48-49)
Lo que le obsesiona a Leibniz aquí es poder formular una lengua
que designara bajo signos (notación aritmética) y al mismo tiempo
expusiera la fórmula de lo designado (notación algebraica), de mo-
do que fuera
carácter
y
fórmula
a la vez. Una
lengua universal
(
lingua philosophica universalis
)
8
,
que llamará
números caracte-
rísticos
–distanciándose de la noción de lengua
pero
que incor-
porarán la referencia de la
lengua adánica
haciendo mención im-
plícita de una relación entre su búsqueda por una lengua universal
y una lengua primera de la naturaleza que une las dos dimensiones.
Y que nos recuerda el elemento teleológico de la
felicidad
como un
fin último del conocimiento, pero esta vez como la recuperación de
una
felicidad
(conocimiento)
perdida
.
3. La felicidad del fin de la sabiduría (sagesse, sapientia)
universal como justicia en los enfrentamientos humanos
En este sentido es interesante comparar la transformación de la
definición de
sabiduría
del tempranísimo texto de 1676 como “un
conocimiento perfecto de todas las ciencias y del arte de aplicarla”
(Leibniz, 2011a: 3), que para 1694-1698 será: “La sabiduría no es
otra cosa que la ciencia de la felicidad, que nos enseña a alcanzar la
felicidad [y agrega] La felicidad es el estado de alegría permanente
.
(Leibniz, 2011n: 180).
Permanencia
de la felicidad que en 1694-
1996 sumará otra característica más en
Sobre si el mundo crece en
perfección
: “La felicidad no consiste en un cierto grado supremo,
sino el perpetuo incremento de alegría” (Leibniz, 2011p: 196). Y en
1694-1698 en
De la Sabiduría
dirá sobre la alegría permanente y el
placer del alma por sí misma:
[…] es necesario perseguir efectivamente la alegría, pero en todo
aquello que sea capaz de proporcionarnos una alegría permanen-
te. Y como toda alegría es únicamente el placer que el alma tiene
en sí misma, debemos buscar aquellos medios de obtener alegría
con los que el alma consiguientemente no se empeora ni se debili-
ta (por otro lado) sino que se mejora completamente y se eleva en
todo su ser. (Leibniz 2011o: 185)
Felicidad que ya en 1676 en
Sobre los secretos de lo sublime o so-
bre la suma de las cosas
había
explicado con relación al ordena-