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Revista LifePlay Nº 3 – Septiembre 2014 – ISSN: 2340-5570
José Luis Molina González
En su tercer número,
LifePlay
, Revista Académica Internacional
sobre Videojuegos, plantea un análisis complejo pero necesario
sobre las relaciones entre el arte y los videojuegos. Su innegable y
forzosa vinculación debido a su presentación como producto
audiovisual, proyecta un discurso muy desarrollado que ha llegado
incluso a su inclusión dentro de contextos de alta repercusión
cultural como es el caso de la exposición
(2012) en el Smithsonian American Art Museum. Además, otros
centros de reconocido prestigio dentro del arte contemporáneo
como del
e Nueva York, han adquirido varios videojuegos
como parte de su colección. Sin duda, las relaciones existentes
entre objeto (juego) y usuario (jugador), posibilitan, como nunca
antes a ocurrido, un nivel de interactividad sin precedentes. En
este sentido, la transferencia de emociones entre creador y
espectador llegan a ser mucho más profundas de lo que nunca han
sido. Éste ha sido un elemento buscado desde las primeras
vanguardias del siglo XX, cuando los cuadros y esculturas
comienzan a fragmentarse para convertirse en híbridos
desconocidos que buscan el suelo, el techo y las paredes para así
transformarse en instalaciones que compartan, al menos, el propio
espacio del espectador. Como bien apunta María Luján Oulton en
su charla
, los videojuegos permiten explorar
prácticamente todos los aspectos tratados por el arte a nivel
histórico y posiblemente algunos más, ya que se pueden abordar
un gran espectro de relaciones de la comunicación humana. Desde
aspectos puramente estéticos y visuales, pasando por elementos
psicológicos, sociales y políticos, hasta llegar a profundizar en la
propia ontología del lenguaje.
No obstante, la asimilación de videojuegos y arte no ha sido bien
acogida por todos. De este modo, críticos como
an
manifestado su desacuerdo con algunas declaraciones como la
siguiente: “Que yo sepa, nadie dentro o fuera de la industria ha
sido capaz de nombrarme un juego digno de comparación con los
grandes dramaturgos, poetas, cineastas, novelistas y compositores.
Que un juego puede aspirar a una importancia artística como una
experiencia visual, lo acepto. Pero para la mayoría de los jugadores,
los videojuegos representan una pérdida de esas preciosas horas
que tenemos disponibles para hacernos más cultos, civilizados y
empáticos”. Con estas palabras podemos observar como la
polémica esta servida y merecerá, posiblemente, más de una
revisión por parte de nuestra revista.