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Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 2340-5570
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1. Introducción
El videojuego es arte. Por si quedaba alguna duda al respecto, en
2012 el MOMA zanjó la eterna disputa al ampliar su colección con
14 videojuegos, a los que se sumarán nuevas adquisiciones hasta
alcanzar los 40 ejemplares. El mundo del videojuego bebe de los
mismos elementos de los que las artes clásicas se han nutrido
desde tiempos inmemoriales. Forma y perspectiva se han
convertido en elementos esenciales para abrir la puerta a un
mundo ficticio, ya sea plasmado en un lienzo o incrustado en la
pantalla. El videojuego es arte y, como tal, produce una
determinada experiencia estética. Cada género explota diferentes
elementos para producir ese deleite que hace del jugador una
extensión del videojuego, asido a esta nueva realidad mediante los
dispositivos propios de la videoconsola.
En este análisis nos centraremos en los recursos estéticos
vinculados al
survival horror
, subgénero de los juegos de acción.
Se trata de una vertiente que podría considerarse heredera directa
de la novela gótica, ya que explora los mismos sentimientos que en
su día hicieron populares las obras de esta corriente literaria. No
en vano, Laurie N. Taylor defiende en la introducción del libro
Horror Video Games
“The ludic-gothic is created when the Gothic
is transformed by the video game medium, and is a kindred genre
to survival horror”
1
(Bernard Perron, 2009: 43). En este tipo de
juegos el protagonista dista mucho de ser un héroe todopoderoso,
capaz de realizar los movimientos más inverosímiles: nos
encontramos ante un personaje vulnerable, desarmado, que dedica
su tiempo a resolver puzles para avanzar en su propia historia. La
violencia está presente, pero queda relegada a un segundo plano,
en un entorno en el que es preferible escapar o esconderse que
gastar la poca munición de la que disponemos.
En un juego de estas características, la ambientación lo es todo;
de ella dependerá que el jugador experimente el horror. No se trata
de un horror cualquiera, es un horror delicioso (Burke, 1897), un
displacer que nos traslada a las orillas del deleite. En el
survival
horror
no queda espacio para lo bello: todos y cada uno de sus
recodos están impregnados de lo sublime.
Si hay una categoría que ha sobrevivido a la posmodernidad, y
que ha sabido resurgir, con más fuerza si cabe, es la de lo sublime.
La estética
ciberpunk
explotó hasta la saciedad los recursos
propios este sentimiento, y el movimiento neobarroco también
hizo lo propio para reclamar su lugar en el panorama cultural. A