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Revista LifePlay Nº 4 – Abril 2015 – ISSN 2340-5570
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una interesante herramienta que permite ampliar a los actores su
campo de trabajo mediante la recreación digital. Así es como el
fallecido actor Philip Seymour Hoffman aparece en la última
entrega de la película
The Hunger Games
, o como se ha llevado el
trabajo de interpretación de Ellen Page y Willem Dafoe a
Beyond:
Two Souls
.
El hiperrealismo es una realidad en nuestro entorno comunicativo.
El cine digital cada vez pretende acercarse más a un mundo real
mediante ilusiones creadas por ordenador. En videojuegos
podemos ver claramente esa tendencia con cualquier infografía
ilustrativa sobre la evolución de sagas
.
El desarrollo informático y
la investigación en software de diseño han conseguido que
actualmente la imagen sea limpia, definida, clara, nítida, llena de
matices y detalles que en sus orígenes eran inalcanzables.
Pero, al mismo tiempo, es evidente que una corriente “retro”
reivindica el sabor de los orígenes: videojuegos pixelados, pantallas
en
scroll
, colores chillones, músicas estridentes, y movilidad
limitada en los personajes. La actual generación de jugadores es la
que, en sus orígenes, creció con esos primeros juegos de los ‛80 y
‛90, que ahora son los “clásicos”, como
Tetris, Pac-Man, Sonic
o
Final Fantasy.
Es esa generación la que ahora aprecia lo más
avanzado en jugabilidad y estética, como
Assassins Creed,
a la vez
que sabe disfrutar de clásicos que siempre serán grandes
aventuras, como
Castlevania.
Porque, al igual que en arquitectura, pintura, o cualquier corriente
artística, los videojuegos son también un producto de consumo
sujeto a modas y a la constante presión por la reinvención. Pero no
por ello hay que dejar de valorar lo que se hizo en su momento, lo
que fue bueno y sus puntos fuertes, que seguirán siéndolo a pesar
del paso el tiempo. Si
Zelda
ha conseguido llegar a millones de
usuarios en busca de aventuras en un juego de rol, otros modelos
de juegos de rol más avanzados podrán tener mejores diseños y
gráficos, pero no ensombrecerán el éxito de un juego clásico que
sin necesidad de avances técnicos se ha consolidado como uno de
esos títulos que han de aparecer en el listado de “juegos a los que
hay que jugar al menos una vez en la vida”.
Además, para contar una buena historia en videojuegos, no
necesariamente son imprescindibles siempre unos gráficos a la
última. La narratividad es un factor clave a la hora de marcar la
diferencia entre un buen juego, que enganche gracias a su trama, y
cuyo argumento haga pensar al jugador. Pero ese es otro tema, del
cual hablaremos en otro momento.