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Revista LifePlay Nº 5 – Mayo 2016 – ISSN: 2340-5570
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director de cine Albert E. Smith, dio con la idea que resolvía el
problema del flickeo o parpadeo de las imágenes fílmicas (1997:
47). Por supuesto, viajaba en tren cuando la contemplación de los
postes del telégrafo a través de la ventana le hizo pensar, por ana-
logía, en el obturador del proyector de cine. Se le ocurrió así que
añadiendo más persianas (
blades
) al obturador y multiplicando el
parpadeo, producía el contra-efecto de disolverlo a la vista. El ex-
perimento probó su éxito poco después.
Es importante subrayar el hecho de que esta clase de observacio-
nes, que tendrían por consecuencia diferentes invenciones cinema-
tográficas, surgían en el centro experiencial del pasajero, es decir,
en las condiciones de un observador móvil, fascinado ante los efec-
tos ópticos que promovía la tracción mecánica. Así, buena parte de
las soluciones y experiencias que abastecerían el régimen fílmico
del espectador inmóvil nacían desde las sedes en tránsito de la
locomoción. Mientras tanto, el espectador detenido confiaba su
percepción a los mecanismos de arrastre del proyector, encargado
de mover las imágenes para la audiencia. Y sin embargo, si estos
efectos fundamentales de la cinemática habían sido visibles desde
el tren, se debía en parte, a que el tren ya estaba haciendo, a su
manera, cine.
En los años 80, el artista neoyorkino Bill Brand solía tomar el me-
tro como parte de su rutina diaria. A Brand le llamaban la atención
esos momentos en los que dos trenes subterráneos se cruzan, y por
las ventanas puede observarse el interior del vagón de enfrente,
tejiendo un juego de luces y parpadeos al pasar (Dell’Aria, 2015).
Le recordaba a la rueda de un zootropo, componiendo imágenes
estroboscópicas. Basándose en esta semejanza Brand inició uno de
los proyectos más ambiciosos de su carrera. Comenzó instalando
228 paneles que él mismo pintó a mano, en la red de túneles que se
extienden en las líneas entre Manhattan y Brooklyn. Los encajó en
una serie de marcos iluminados cuyas aperturas verticales permiti-
rían la visión de una breve secuencia de animación. Había cons-
truido un zootropo gigante para ser visionado gracias al movimien-
to del metro. Lo llamó el Masstransiscope y era una película de
veinte segundos emplazada en las redes subterráneas, cuya
pro-
yección
cobraba vida en el itinerario de Myrtle Avenue, asomándo-
se a la ventana en el momento justo antes de llegar a la estación.