Revista LifePlay Nº 1 – Agosto 2013 – ISSN en trámite
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En este artículo, en cambio, la
autorreferencialidad
tiende a ser
mayormente un sinónimo de autoreiteración, de sistema
recursivo, empleado –como alude el siguiente caso de estudio
(
Death Race
) por el mercado y la cultura audiovisual
contemporáneos para construirse y definir las líneas de sus
productos. Dicho de otro modo, la
autorreferencialidad
vendría a
ser, desde esta mirada, una fórmula instaurada paulatinamente en
estas últimas décadas por empresas y creadores para asegurar el
éxito (sobrevivirvender).
Algunas de las sagas de videojuegos más importantes
actualmente en el mercado se rigen bajo este patrón
(auto)
referencial
. Tomemos esta vez, el caso del producto
Death
Race
, para extender el análisis de los efectos de las referencias
internas y externas a un peldaño más: bajo la idea general de un
producto que, además de estas cualidades, gusta y sobrevive en la
referencia constante a sí mismo (
autorreferencialidad
).
El director Paul Bartel y el productor Roger Corman estrenaron
en 1975
Death Race 2000
. Un film de corte futurista, dónde la
religión, la política y los
mass media
disfrutan al unísono de una
sangrienta carrera de bólidos en la que todo vale, desde puntuar
por atropellar a un peatón, a cruzar la línea de meta el primero
arramblando con el contrario. Al año de su estreno, aparece la
máquina
arcade Death Race
(Exidy, 1976) servida de una doble
polémica: puede honrarse con ser el primer blanco declarado de la
censura en la historia digital (con el Consejo Nacional de
Seguridad, la CBS, la NBC y el National Inquirer entre otros,
encabezando la cruzada antivideojuegos violentos). Pero también
puede ser laureada por ser la primera máquina
arcade
que se
“apropia” de un texto ajeno (el del film de Bartel y Corman) sin
permiso alguno por parte de la productora cinematográfica.
Casi 40 años después de la aparición del film y de la máquina
arcade
, la idea original de
Death Race 2000
continúa perviviendo
en una serie de intercambios entre cómics, videojuegos y películas
que cristaliza, por el momento, en el
remake
homónimo dirigido
por Paul W. Anderson,
Death Race
(2008) y sus consiguientes
secuelas,
Death Race 2
y
3 Death Race 3: Inferno
(ambas dirigidas
por Roel Reiné en 2010 y 2013, respectivamente).
En 1995, el efímero sello Roger Corman’s Cosmic Comics
(propiedad del productor del film original), publica
Death Race
2020
, un cómic escrito por Pat Mills y dibujado por Kevin O'Neill
que, como si título indica, transcurre 20 años después de los
acontecimientos de la película. Con la excusa del retorno de su