Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 23405570
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buscará consciente o inconscientemente en otras obras
videolúdicas. Esta apetencia por recurrir a la estructura consabida
presentará profundas analogías –de nuevo– con las reiteraciones
estructurales que presentaba el cómic de superhéroes que
analizaba Umberto Eco en
El mito de Superman
:
En la sociedad industrial contemporánea, […] la aproximación de los
parámetros, la disolución de las tradiciones, la movilidad social, la
consumibilidad de los modelos y los principios, todo se resume bajo el
signo de una continua carga informacional, que produce por medio de
sacudidas intensas, implicando nuevos reasentamientos de la
sensibilidad, adecuaciones
de las
asunciones psicológicas,
recualificaciones de la inteligencia. La narrativa de la redundancia
aparece, en este panorama, como una indulgente invitación al
descanso, como una ocasión única de real distensión ofrecida al
consumidor (Eco, 1968: 285286).
De lo expuesto por Eco, se podría afirmar que el modelo de los
videojuegos de progresión crea un tipo de “narrativa de la
redundancia”. Sin embargo, se verá que, en su dinámica basada en
la eterna aceleración de la compra y la venta, cada nuevo
videojuego se enfrenta a la paradoja de tener que generar la
sorpresa y la novedad en un mercado profundamente competitivo,
y, al mismo tiempo, de seguir de cerca este modelo heroico que le
es propio y que aparece bien asentado ya en el horizonte de
expectativas de los jugadores habituales. De ahí la necesidad
convulsa por parte de la industria de alterar el significante sin
modificar el significado redundante. Además, no será casual que
sea precisamente ese significado empobrecido el que constituya la
base sobre la que el jugador contemporáneo vierta insistentemente
sus ideales, pues, como afirma David Harvey –entérminos
semejantes a los empleados por Eco–, una de las respuestas que
ofrece el sujeto posmoderno ante la complejidad de su experiencia
cotidiana es la negación de esta. De este modo, dicho sujeto
recurrirá a una retórica expresamente simplificada y a imágenes
carentes de un sentido complejo para paliar su incapacidad para
aprehender su realidad (1990: 351).
Así, por medio de ese deseo de revivir constantemente un
mismo esquema (maquillado bajo la apariencia de temas y géneros
siempre renovados), el jugador contemporáneo parece estar
abandonándose a un sosiego identitario semejante al que invadía al
oyente clásico y medieval cada vez que volvía a escuchar las
consabidas historias de los ancestrales fundadores de su pueblo. De
este modo, el afincamiento del sujeto en su presente inmediato y su
atomización con respecto a la sociedad a la que pertenece, le puede