Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 23405570
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llevar a la necesidad de experimentar el mismo mito heroico (ahora
desacralizado y alejado de toda idea de totalidad social y espiritual)
bajo significantes distintos, como uno de los pocos modos de
aproximarse a la idealización épica, sin caer en el hartazgo de la
repetición insistente de “la misma historia”, ni en el desconcierto
de tener que estar enfrentándose constantemente a nuevos códigos.
Por otra parte, convendría centrar ahora la atención en la relación
de idealización e identificación que se establece a distintos niveles
entre el jugador contemporáneo y el héroe emergido de esta
estructura mítica, frente a la estructura y condiciones de recepción
del arquetipo clásico, para comprender sus nuevas motivaciones y
efectos en el jugador:
1) En primer lugar, si se piensa en las condiciones de interacción
lúdica del jugador con los videojuegos de progresión –en los que
generalmente se demanda la participación exclusiva de un jugador
por partida–, se entenderá que se trata de una experiencia
individual que tiene por objetivo situar a aquel –en tanto que
actorreproductor y receptor del mito– en el centro del desarrollo
narrativo. Esto certifica el carácter individualizador de la
experiencia de tránsito a través de la leyenda posmoderna de la que
carecía la leyenda clásica, pensada para ser recitada y compartida
colectivamente.
2) Por otra parte, el hecho de que exista una tendencia mayoritaria
a eliminar las marcas diegéticas y enunciativas, que hagan evidente
al jugador la mediatización física, enunciativa y narrativa que
separa al jugador del héroe idealizado que llega a controlar,
pretende reforzar la idea de que es el propio jugador el que está
actuando sobre el mundo legendario recreado. En este sentido, se
elimina la distancia diegética y contextual que separaba a los
receptores antiguos y medievales de los hechos del héroe con el que
se identificaban.
3) Por último, el modo en el que el héroe es desarrollado partiendo
de un sujeto normal que encierra todas las potencialidades del
héroe, y las connotaciones del mismo, debido a su capacidad de
resolver directamente los problemas que se le enfrentan, facilitará
la proyección de los deseos y aspiraciones del jugador, quien
alimentará a través de esa idealización “la esperanza de que un día,
de los despojos de su actual personalidad, florecerá un
superhombre capaz de recuperar años de mediocridad” (Eco, 1968:
259). En este sentido, se reduce la distancia mitificadora (social y
espiritual) entre el receptor y el héroe, pues este ya no se ofrece