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Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 2340-5570
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persona, de manera que el jugador se introduce de lleno en la
historia. El
homo ludens
ha sustituido por completo al espectador
pasivo.
Dentro de la estética del videojuego conviven el
software
y el
hardware
, lexemas de lo sublime digital. En la pantalla, quien
sujeta el mando no ve una representación, sino que el juego le
introduce en un entorno donde el individuo podrá experimentar
determinadas sensaciones en carne propia. No se trata de hablar
sobre lo siniestro, sino de sentirlo, algo que va más allá de
cualquier verbalización.
2. Metodología
Jugamos a videojuegos vinculados al terror porque nos gusta pasar
miedo. Nos encontramos ante una idea problemática, pues los
nexos que unen las escenas del horror con una experiencia
placentera son difíciles de ver. Disfrutar inmersos en un torrente
de sangre y vísceras, encontrar divertimento en la violencia
extrema y extraer de ello una experiencia estética suele
relacionarse con el morbo y no con lo estético. Y sin embargo, hay
algo en el horror que goza de un innegable atractivo. El propósito
de este ensayo es analizar la experiencia estética que tiene lugar
cuando el jugador se involucra en la oscuridad del horror del
mundo del videojuego.
La mayoría de los juegos catalogados como
survival horror
contienen y desarrollan una serie de recursos estilísticos –tanto en
lo narrativo como en lo visual– que podrían ser catalogados sin
lugar a dudas como fieles herederos de la tradición gótica. Son
muchos los autores que han señalado esta conexión. Para Simon
Niedenthal, por citar sólo a uno de ellos, las resonancias del género
gótico presentes son tales que incluso podría decirse que nos
encontramos ante una nueva forma de lo gótico (2009). Si los
vínculos entre los grandes clásicos de la literatura y los juegos de
esta época son tan evidentes, parece lógico pensar que la vivencia
que se puede extraer de ambos gozará de una naturaleza similar,
salvando las distancias impuestas por el medio.
Edmund Burke fue el primer pensador moderno que se propuso
encontrar una explicación sistemática de esa experiencia estética
que raya entre el horror y la sinrazón, y de alguna manera, creó
“una especie de manual de estilo o canon estético del terror”
(Murcia, 2009). Fueron muchos los que retomaron su propuesta y
la hicieron suya, deformando la idea de lo sublime para llevarla a