Página 46 - LifePlay_Dos

Versión de HTML Básico

Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 2340-5570
44
una persona empapada por el dolor. En el primer juego, cada
monstruo nos remite a la mente torturada de Alessa, a sus miedos
y sus fobias. En la segunda entrega, James se enfrenta a sus
propios demonios, a sus obsesiones y a sus miedos. Heather debe
luchar contra los monstruos que su odio, el de Alessa, ha creado.
Pero todos los enemigos que nos amenazan, sea cual sea la historia
de la que provengan, son pura carne. Deleuze escribió sobre la obra
de Francis Bacon
“La pieza de carne no es una carne muerta, ha conservado todos los
sufrimientos y ha cargado con todos los colores de la carne viva. Tanto
dolor convulsivo y tanta vulnerabilidad, pero también invención
encantadora, color y acrobacia. (...) La pieza de carne es la zona común
del hombre y la bestia, su zona de indiscernibilidad, ella es ese “hecho”,
ese mismo estado donde el pintor se identifica con los objetos de su
horror o de su compasión” (Deleuze, 2002: 32)
Lo mismo ocurre con los habitantes de este pueblo fantástico: de
las sombras emergen figuras en carne viva, compungidas, que
avanzan en contorsiones imposibles. La carne es la zona común del
hombre y la bestia, y nunca sabremos si la amenaza es real o ha
sido creada por nuestra imaginación. En la tercera entrega de la
saga, la protagonista (el jugador) mantiene una pequeña charla con
un personaje secundario.
“Vincent: You come here and enjoy spilling their blood and listening to
them cry out. You feel excited when you step on them, snuffing out
their lives.
Heather: Are you talking about the monsters?
Vincent: Monsters...? They look like monsters to you?”
3
(
Silent Hill
3,
Konami, 2003)
Hay otro autor que ha influido fuertemente a estos monstruos
carnales. Se trata de Hans Bellmer, artista alemán, que ha sido
catalogado como surrealista. La influencia de
Die Puppe
, la
muñeca de sexualidad omnipresente, también ha llegado a los
senderos de
Silent Hill
. El monstruo conocido como Mannequins,
que acosa a James Sunderland en su viaje a su subconsciente,
remite directamente a esta obra. Desnuda, a medio camino entre el
erotismo y la pornografía, la figura del autómata, creada a partir de
fragmentos de cuerpo, remite a lo siniestro, lo
Unheimliche
de
Freud, a la Olympia de la que se enamora perdidamente Nathaniel
en
Der Sandmann
de E. T. A. Hoffman. No en vano, la segunda vez
que vemos a Pyramid Head, el verdugo que perseguirá a James
hasta que expíe su culpa, éste está violando de manera salvaje a
dos Mannequins, a las que mata al concluir el acto sexual. Muerte y
sexo, lo siniestro y lo erótico aparecen ligados por un instante,