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Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 2340-5570
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andarás hacia la izquierda”, “no tocarás los laterales de las
plataformas”, “no pisarás las baldosas doradas”). Con cada nueva
imposición el espacio de juego se ve plagado y transformado por
nuevos tabúes, reorientando la dinámica. Llega un punto en el que
comprendes que, a través de esta modulación, el juego está
implicando litúrgicamente otros juegos en sí mismo, la mecánica se
implementa y se retuerce desde un epicentro siguiendo el orden
ascendente de la torre. Por eso, el espacio, a pesar de percibirse
como mutable, se rige en todo momento por la ordenación
episódica de las reglas.
Tower of Heaven
Psychosomnium
Por el contrario, una obra como
Psychosomnium
de Jonatan
Söderström, que también relativiza la inmovilidad de la regla,
intenta ir mucho más allá, eliminando el carácter declarativo de los
cambios (el juego no pondrá sobre aviso al jugador de ninguna
alteración en el sistema normativo), consecuentemente, tampoco
se informarán los objetivos. De modo que todo fluye en un estado
de laxitud y suspense. La razón está en su narrativa: El juego trata
de un Sueño que quiere sobrevivir a sus “durmientes”, que necesita
prolongarse más allá de los límites que le imponen sus
onironautas. Al poco de empezar la aventura nos damos cuenta de
que nuestro avatar solo es un secundario de otro protagonista.
Animados por un extraño individuo que nos invita a saltar,
morimos sin remedio en un precipicio del segundo escenario. Sin
embargo, el juego no se interrumpe y los controles se traspasan al
personaje que esperaba al otro lado de la plataforma. Se produce
un giro en el punto de vista. La estrategia hitchcockiana del falso
protagonista se aplica en pocos segundos. Sin embargo, hay que
avanzar en el juego para descubrir el propósito del experimento.
Cuando el segundo avatar que poseemos también debe sacrificarse,
traspasando el control a un tercer personaje, comprendemos que el
único protagonista es el Sueño. Que nosotros, como jugador,
somos el medio de un narrador omnisciente. En efecto, esta vez el