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Revista LifePlay Nº 2 – Febrero 2014 – ISSN: 2340-5570
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objetivo no nos pertenece. Con el sacrificio de los personajes,
contribuimos a la avatarización del propio Juego-Sueño (como si
del Tiempo-Sueño aborigen se tratara) que se vuelve agente de sus
deseos y con el que nosotros, como jugadores, solo podremos
colaborar.
El diseño de
Psychosomnium
transmuta el espacio euclidiano y
lo retuerce en bucles y paradojas. A veces comprobamos que si
salimos por la derecha aparecemos ante un escenario con un salto
imposible pero si volvemos por la izquierda lo que aparece no es el
escenario que acabábamos de abandonar sino otro muy distinto. El
espacio podría haber cambiado o, tal vez, en el primer movimiento
hacia la derecha, el juego ha realizado, sin explicárnoslo, una
elipsis por escenarios que el avatar “ha superado” sin nosotros. Lo
importante es que se ha producido una ruptura de la convención
secuencial de la pantalla, de su lectura occidental de izquierda a
derecha en pos de la línea y, a diferencia de
Tower of Heaven
, nada
nos pone sobre aviso.
En este sentido el diseño del juego materializa una
“universalidad sin totalidad”, por usar el término de Pierre Lévy
(2007: 84), donde los obstáculos están atomizados, desagregados
de la idea de progresión. Si en
Tower of Heaven
la fase final
definía el sentido de todo lo demás, aunque para ello tuviera que
existir un calvario,
Psycosomnium
significa alcanzar la cima con
nuestra piedra y ver cómo se nos cae por el otro lado. En ambos
casos, la naturaleza aleatoria del obstáculo pone de manifiesto que
en los videojuegos la razón de lo difícil es absurda y que, en estas
circunstancias, prescribir un sistema de reglas es una puesta sobre
el abismo de un orden caprichoso, abocado a adquirir más sentido
en la variación que en lo continuo.
Esta manera de hacer cambiantes las reglas tiene que ver con la
dificultad de fijarlas mediante operaciones semánticas y
dramáticas, es decir, de embeberlas no sólo en el contexto sino
también en la necesidad de un discurso.
En
Tower of Heaven
la dificultad se
sacraliza
, se legitima: las
transformaciones son acumulativas, se trabaja la afirmación de una
coherencia, se clausuran las etapas. El cambio, en definitiva,
accede a un aparente caos, y termina convertido en progreso. En
Psychosomnium
el cuestionamiento de lo absurdo no se resuelve
por un falso estatuto. El desafío no adquiere sentido paradigmático
porque sus retos no son mandatos. No se trata de voluntad
dramática sino de voluntad trágica, de un destino anterior (por