Revista LifePlay Nº 3 – Septiembre 2014 – ISSN 2340-5570
62
moral e intelectual que buscaba en la política, sino que, al convertir
a esta en nuevo simulacro de sí misma, tan sólo logra banalizarse
en su propia especificidad de ‘arte’” (pág. 87).
En
El Gran Fraude de la obra de arte
Ruiz Zamora pone otra pieza
en el puzle del post-arte; toma como ejemplo los premios Turner
para exponer cómo el fraude ha llegado a convertirse en el
fundamento más consistente de la obra de arte actualmente, lo cual
supone el mantenimiento de cierto sentido de aura, prescindir al
completo de ella hubiera supuesto renunciar al dominio del Arte.
Para ejemplificar la diferencia entre fraude y falsificación recurre al
film
F for Fake
(Orson Welles, 1973), que pone sobre la mesa la
mímesis literal y la mímesis imaginativa o expresiva.
El siguiente ensayo se plantea responder a si la estupidez es un
elemento esencial de la obra de arte.
Algunas estupideces sobre la
estupidez en la obra de arte
rastrea su presencia ya en las
vanguardias, aunque no sea un elemento que en ese momento
defina sus producciones artísticas. A lo largo de las siguientes
páginas Ruiz Zamora defiende que “la estupidez, por más letal que
pueda resultar aparentemente para la supervivencia efectiva de una
obra de arte concreta, introduce, sin embargo, una posibilidad de
perpetuación, si bien provisional, en la vida del Arte” (pág. 118).
La comercialización de la obra de arte
aborda uno de los rasgos
por antonomasia del arte de nuestro tiempo; para que la
comercialización sea posible, Dalí ya vislumbró la necesidad de la
pervivencia ideológica de las categorías tradicionales que han
sustentado el Arte, y en su caso es pionero en convertir la
comercialización en obra de arte en sí misma. Ello lleva a Ruiz
Zamora a no dejar pasar cómo las técnicas publicitarias se han
empleado en la comercialización efectiva de la obra artística, y para
ello recurre al análisis de la galería de Saatchi. Pero el contagio no
se queda aquí: el cinismo estrictamente publicitario se convierte
también en uno de los rasgos más específicos del nihilismo post-
artístico. Cinismo que conduce a la instrumentalización de la
muerte, la despreocupación por la técnica y realización de la obra
por parte del artista, además de la elección de los títulos de las
obras: rimbombantes a la par que vacuos de contenido.
La primera parte se cierra con
La maldición del círculo: algunas
consideraciones sobre la teoría institucional del arte
, con el que
Ruiz Zamora realiza un plano general sobre las teorías del arte, de
la mímesis a la obra como vehículo de la subjetividad del artista,
pasando por aquellas que apuntan las instancias de diversa índole
que nos inducen a juzgar una pieza como obra de arte. Ello sirve de